Te mostramos la lista con Versículos de Humildad en la Biblia. Para pedir a Dios que te ayude a mantener la cordura y aleje de tu vida cualquier tipo de arrogancia. Inspírate con estos Versículos de Humildad, para que sea el amor de Dios lo único importante que salga de tu boca.
La Palabra de Dios nos enseña que él se opone a los soberbios y favorece a los humildes. ¿Cómo podemos saber si estamos viviendo en humildad y estamos abiertos a las bendiciones de Dios? La humildad es la capacidad de no tener orgullo o arrogancia, y es un rasgo de carácter clave que debe poseer todo aquel que sigue a Jesucristo. El mejor ejemplo de alguien que siguió mansamente el plan de Dios para su vida es Jesús.
Todo cristiano debe poseer la virtud de la humildad, pero debe hacerlo de manera que glorifique a Dios. Según las Escrituras, Dios resiste a los altivos y proporciona gracia a los humildes. Por eso debemos llenarnos de la gracia divina de Dios y dejar de lado nuestro orgullo y arrogancia, siempre siguiendo los mandamiento de Dios, y él nos proporcionará la paz que deseamos.
Premio de la humildad son el temor del Señor, la riqueza, el honor y la vida.
De la misma manera, ustedes, los jóvenes, sométanse a los presbíteros. Que cada uno se revista de sentimientos de humildad para con los demás, porque Dios se opone a los orgullosos y da su ayuda a los humildes.
Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia.
Junto con la arrogancia llega la ignominia, pero la sabiduría está con los humildes.
Pero él nos da una gracia más grande todavía, según la palabra de la Escritura que dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.
Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor.
El temor del Señor es escuela de sabiduría, y la humildad precede a la gloria.
Antes de la ruina el hombre se ensoberbece, pero la humildad precede a la gloria.
Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios.
Si mi pueblo, el que es llamado con mi Nombre, se humilla y suplica, si busca mi rostro y se convierte de sus malos caminos, yo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y haré que su país se restablezca.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece.
Que los reyes de la tierra te bendigan al oír las palabras de tu boca.
«¿Has visto cómo Ajab se ha humillado delante de mí, no atraeré la desgracia mientras él viva, sino que la haré venir sobre su casa en tiempos de su hijo».
Yo sé, Señor, que el hombre no es dueño de su camino, ni está en poder del caminante dirigir sus propios pasos.
El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece.
Pero él me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Ve y dile a Jeroboam: Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te elevé de en medio del pueblo y le constituí jefe de mi pueblo Israel.
Sólo tú eres temible: ¿quién podrá resistir delante de ti al ímpetu de tu ira?
Pero yo también me pondré contra ellos y los llevaré al país de sus enemigos. Así se humillará su corazón incircunciso y pagarán sus culpas.
El Señor eleva a los oprimidos y humilla a los malvados hasta el polvo.
Yo mismo los exhorto por la mansedumbre y la benevolencia de Cristo; yo, Pablo, que soy tan apocado cuando estoy delante de ustedes, y tan audaz cuando estoy lejos.
Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener sobra como a no tener nada.
Porque todos faltamos de muchas maneras. Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.
No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás.
El hombre será doblegado, el mortal, humillado, y serán humillados los ojos altaneros.
Cuando eran pocos, y estaban abatidos por el peso de la desgracia y la aflicción, el que cubre de vergüenza a los príncipes y los extravía por un desierto sin huellas, levantó a los pobres de la miseria y multiplicó sus familias como rebaños.
Que su elegancia no sea el adorno exterior –consistente en peinados rebuscados, alhajas de oro y vestidos lujosos sino la actitud interior del corazón, el adorno incorruptible de un espíritu dulce y sereno. Esto le vale a los ojos de Dios.
Porque así habla él que es alto y excelso, el que habita en una morada eterna, aquel cuyo Nombre es santo; Yo habito en una altura santa, pero estoy con el contrito y humillado, para reavivar los espíritus humillados, para reavivar los corazones contritos.
No te des importancia en la presencia del rey ni te pongas en el lugar de los grandes.
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
¡Pásmense y quédense pasmados, enceguézcanse y quédense ciegos! ¡Embriáguense, pero no con vino, vacilen, pero no por la bebida!
No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
El que se tenga por sabio y prudente, demuestre con su buena conducta que sus actos tienen la sencillez propia de la sabiduría.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
En virtud de la gracia que me fue dada, le digo a cada uno de ustedes: no se estimen más de lo que conviene; pero tengan por ustedes una estima razonable, según la medida de la fe que Dios repartió a cada uno.
No nos glorifiques a nosotros, Señor: glorifica solamente a tu Nombre, por tu amor y tu fidelidad.
Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante del Señor al oír lo que dije contra este lugar y contra sus habitantes, a saber, que se convertirán en una devastación y en una maldición; porque has rasgado tus vestiduras y has llorado delante de mí, también yo he escuchado .
Que te alabe otro, no tu boca, que sea un extraño, no tus propios labios.
Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos.
Entonces el rey David fue a sentarse delante del Señor y exclamó: «¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi casa para que me hayas hecho llegar hasta aquí?
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes.
A Dios, nuestro Padre, sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo.
Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor.
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Por eso, entre ustedes hay muchos enfermos y débiles, y son muchos los que han muerto.
Yo castigaré al mundo por su maldad y a los malvados por su iniquidad. Pondré fin al orgullo de los arrogantes y humillaré la soberbia de los violentos.
El se burla de los insolentes y concede su favor a los humildes.
He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos.
Así el Señor humillaba a Judá por culpa de Ajaz, rey de Judá, que había fomentado el desenfreno en Judá y se había rebelado contra el Señor.
Estas doctrinas tienen una cierta apariencia de sabiduría por su «religiosidad», su «humildad» y su «desprecio del cuerpo», pero carecen de valor y sólo satisfacen los deseos de la carne.
¡Tú buscas para ti grandes cosas! No las busques más, porque yo haré venir una desgracia sobre todo ser viviente –oráculo del Señor– pero yo no haré que tú conserves la vida como botín dondequiera que vayas».
Los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡El Señor es justo!». Cuando el Señor vio que se habían humillado, la palabra del Señor llegó a Semaías, en estos términos: «Ellos se han humillado: no los destruiré, sino que los libraré dentro de poco, y mi furor no se derramará sobre Jerusalén por la mano de Sisac.
Saúl respondió: «¿No soy un benjaminita, de la más pequeña entre las tribus de Israel? Y mi clan, ¿no es el menor entre todos los clanes de Benjamín? ¿Por qué me hablas así?».
El que se gloría, que se gloríe de esto: de tener inteligencia y conocerme. Porque yo soy el Señor, el que practica la fidelidad, el derecho y la justicia sobre la tierra. Sí, es eso lo que me agrada.
Todo esto lo hizo mi mano y todo me pertenece. Aquel hacia quien vuelvo la mirada es el pobre, de espíritu acongojado, que se estremece ante mis palabras.
Hasta el día de hoy, ellos no han sentido compunción ni temor y no han caminado conforme a mi Ley y a mis preceptos, que yo puse delante de ustedes y de sus padres.
Pero David respondió a Saúl: «¿Quién soy yo y quién es mi estirpe, el clan de mi padre en Israel, para que yo sea el yerno del rey?».
Y temo también que en mi próxima visita Dios me humille a causa de ustedes, y tenga que lamentarme por muchos de aquellos que antes pecaron y no se arrepintieron de la impureza, de la fornicación y de los excesos que cometieron.
El orgullo lleva al hombre a la humillación, el de espíritu humilde alcanzará honores.
En medio de esto, extenderá sus manos, como las extiende el nadador para nadar; pero el Señor aplastará su orgullo, a pesar del esfuerzo de sus manos.
Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales» háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor.
En fin, vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Al necio le parece que su camino es recto, pero el sabio escucha un consejo.
Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor.
Antes de la catástrofe está el orgullo, y antes de la caída, el espíritu altanero. Más vale ser humilde entre los pobres que repartir el botín con los orgullosos.
Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron: «Así habla el Señor, el Dios de los hebreos: «¿Hasta cuando te resistirás a humillarte delante de mí? Deja que mi pueblo salga a rendirme culto.
Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano.
Ahora bien, Moisés era un hombre muy humilde, más humilde que cualquier otro hombre sobre la tierra.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
No te enorgullezcas frente a las ramas. Y si lo haces, recuerda que no eres tú quien mantiene a la raíz, sino la raíz a ti.
Les dijo: «El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande».
Él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de su alianza.
Pero ahora nos rechazaste y humillaste: dejaste de salir con nuestro ejército.
Y ahora, esto es lo que le dirás a mi servidor David: Así habla el Señor de los ejércitos: Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel.
Mujeres, respeten a su marido, como corresponde a los discípulos del Señor. Maridos, amen a su mujer, y no le amarguen la vida.
¿Qué diré para que me responda, si es él quien lo hace? Andaré errante a lo largo de mis años, con amargura en el alma.
Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos, me cubría con ropas de penitente, afligía mi alma con ayunos y oraba con la cabeza inclinada.
¿Saben acaso qué les pasará mañana? Por su vida es como el humo, que aparece un momento y luego se disipa. Digan más bien: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello». Ustedes, en cambio, se glorían presuntuosamente, y esa jactancia es mala.
Porque tú salvas al pueblo oprimido y humillas los ojos altaneros.
El doblegó a los que habitaban en la altura, en la ciudad inaccesible; la humilló hasta la tierra, le hizo tocar el polvo.
Después pronunció esta oración: «Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, Señor, que me dijiste: «Regresa a tu tierra natal y seré bondadoso contigo».
Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altaneros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas.
Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes; porque te has humillado delante de mí, has rasgado tus vestiduras y has llorado en mi presencia, también yo he escuchado.
¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso llamas ayuno y día aceptable al Señor?
El fatuo provoca discordias con su presunción, y la sabiduría está con los que se dejan aconsejar.
José respondió al Faraón: «No soy yo, sino Dios, el que dará al Faraón la respuesta conveniente».
qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Ya que los sueños vienen de las muchas ocupaciones y las palabras necias, de hablar demasiado.
¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna.
Pero los humildes poseerán la tierra y gozarán de una gran felicidad.
Y humillaré a la estirpe de David a causa de esto, aunque no para siempre».
Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».
En medio de su angustia él aplacó al Señor, su Dios, humillándose profundamente delante del Dios de sus padres.
Porque él humilla la altivez del soberbio pero salva al que baja los ojos.
Que no injurien a nadie y sean amantes de la paz, que sean benévolos y demuestren una gran humildad con todos los hombres.
Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Solamente algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se sometieron y fueron a Jerusalén.
Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto de maldad, y reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos.
Porque está escrito: “Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios”, dice el Señor.
Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz y no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.
La mirada altanera del hombre será humillada, la arrogancia humana será abatida. y sólo el Señor será exaltado en aquel día.
Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios.
Y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Lo ha concebido el Señor de los ejércitos para envilecer la soberbia de todo esplendor, para humillar a los grandes de la tierra.
El temor del Señor es detestar el mal: yo detesto la soberbia, el orgullo, la mala conducta y la boca perversa.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
Es necesario que él crezca y que yo disminuya».
Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!».
Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios.
Porque tú salvas al pueblo oprimido y humillas los ojos altaneros.
Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?». Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos». Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
¡A aquel que es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén.
Humíllense bajo la mano poderosa de Dios, para que él los eleve en el momento oportuno.
Escucha, Señor, mi oración; presta oído a mi clamor; no seas insensible a mi llanto, porque soy un huésped en tu casa, un peregrino, lo mismo que mis padres.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
¿Qué te han parecido estos Versículos de Humildad que aparecen en la biblia? Recuerda que Dios te pide humildad y paciencia ante las tempestades, solo debes tener fe. ¿Tienes algún otro versículo bíblico sobre la Humildad para aportar a la comunidad? Deja tu mensaje en los comentarios.