LOS DOGMAS, SÍ SON BÍBLICOS


Muchos protestantes suelen acusar a la Iglesia católica de inventar dogmas y de engañar a los fieles al ser dogmáticos. Incluso cuestionan este término. Para ellos, el cristianismo no debería tener dogmas, sino ser simplemente una relación directa con Cristo, porque el concepto de dogmas es propio de la religión, y ellos no creen que el cristianismo sea religión sino relación.

Explicaré entonces este punto para dejarlo claro de una vez. Para empezar, veamos qué enseña el Catecismo de la Iglesia Católica sobre los dogmas:

88 El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario.

89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf. Jn 8,31-32).

Es decir, los dogmas son verdades contenidas en la revelación divina que hay que creer formalmente de manera irrevocable y obligatoria, estos dogmas iluminan nuestro camino en la fe y lo hacen más seguro. Es decir, no son doctrinas inútiles o sin sentido. Todo dogma ayuda al pueblo de Dios a caminar rectamente y seguro en la fe. Los dogmas pertenecen al depósito de la fe de la Iglesia.

Ahora bien, eso de que los dogmas no son bíblicos ¡es falso! La palabra dogma procede del griego δόγμα (dogma), esa palabra se traduce como, ordenanza y sí viene en las Escrituras: es utilizado para referirse a las ordenanzas y mandatos del antiguo pueblo de Dios en (Efesios 2:15 y Col 2:14); para referirse a los mandatos y órdenes de los emperadores, reyes y césares (Lucas 2:1, Hechos 17:7 Hebreos 11:23); pero lo más interesante, es que esa palabra también es empleada para referirse a los decretos establecidos en el Concilio de Jerusalén, que debían ser firmemente creídos por todas las iglesias cristianas Católicas.

Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban las decisiones  (δόγμα) tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las observaran. Hechos:16:4

Así que, ya desde un inicio, la iglesia cristiana tenía dogmas, como el que ya no es necesario circuncidarse para pertenecer al pueblo de Dios, como se decidió en el primer concilio de la Cristiandad, Hechos 15.

A lo largo de la historia de la Iglesia, una serie de verdades fueron creídas por todos los cristianos del mundo, constituyendo una "regla de fe" la llamada "regula fidei" , eran verdades creídas y practicadas por todos. San Ireneo de Lyon nos habla de ello ya hacia el año 180 d.C:

“He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único Dios, creador del universo. Éste es el primer y principal artículo. El segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor, que se ha aparecido a los profetas según el designio de su profecía y según la economía dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido creado el universo. Además al fin de los tiempos para recapitular todas las cosas se hizo hombre entre los hombres, visible y tangible, para destruir la muerte, para manifestar la vida y restablecer la comunión entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por cuyo poder los profetas han profetizado y los padres han sido instruidos en lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino de la justicia, y que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo nuevo sobre la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para Dios.” (IRENEO DE LYON, Demostraciones de la enseñanza apostólica 6).

Todo esto nos lleva a concluir que la Iglesia apostólica tenía desde un principio dogmas de fe, que eran creídas por todas las iglesias, las ponía en práctica y confesaban públicamente. Así que no se trataba de una relación personal con Cristo, sino que era una verdadera religión. Bajo la fe y ordenanzas del Sumo Pontífice San Pedro.